Pedir cambio en monedas de 25 pesetas, ir a un bar o a otro dependiendo de la máquina que tenían en esos momentos, pedir cambio, ¡ rápido! que quiero continuar, pedirte un personaje o pedirte algún ítem como podía ser vida o un arma, apartar cabezas mientras estás jugando, jugar antes del colegio, después y en algunos casos durante, dejar la colilla del cigarro consumiéndose en el cenicero de la máquina… ¡el humo qué no veo!, ver como jugaban otros y pelearte para ponerte en el mejor sitio para ver mejor la partida, poner la cabeza delante de la pantalla y delante del jugador… ¡quita la cabeza, coño! jugar al lado de un señor mayor jugador de tragaperras con su copa y su puro, el cual (y si la suerte no le acompañaba) movía la máquina cada vez que le daba al botón y si por el contrario le tocaba algún premio gordo, te daba una moneda de 100 pesetas o más, jugar a dobles codo con codo y en algunas máquinas hasta con cuatro jugadores, la música acelerada cuando se terminaba el tiempo ¡ qué nervios!, jugar contra o juntos, romper los botones (imitando al de la tragaperras), ponerte triste porque se había roto algún botón o la palanca, ir a un salón recreativo y fliparlo (sí, ¡soy de pueblo!), esperar a que el técnico terminase la recaudación y que te diera unos créditos (hackeandola) para ti y tu amigo, ponerte triste por el cambio de juego, feliz por ver uno que no conocías o superfeliz si ponían tu favorito… (más…)
El condón roto de GNU 